Hace unos días que Mafalda
cumplió 50 años y como ella aún muchos nos preguntamos el significado de la democracia.
Desde que en 2011 el movimiento social popularmente conocido como 15M pusiera
en entre dicho nuestro sistema democrático, han sido varios los conflictos
sociales que han requerido de una interpretación distinta por parte
de los poderes públicos a la hora de adoptar las decisiones vinculantes para
regularlos.
Si hay que elegir el elemento
político más cuestionado, sin duda ese sería la legitimidad de nuestros
representantes para gobernarnos. Ha
quedado probado que la fórmula hasta ahora aceptada de legitimar a nuestros
gobernantes y representantes políticos a través de unas elecciones cada cuatro
años ha quedado obsoleta. Le legitimación demandada por la sociedad civil
actualmente se ha de refrendar de manera
continua y permanentemente a lo largo de los años en los cuales se desarrollan
las responsabilidades políticas públicas.
Esta reflexión me ha llevado a
pensar en la exposición planteada hace más de veinte años por los
profesores Philippe C. Shmitter y Terry L. Karl sobre lo que es y no es
democracia (“What Democracy Is. . . and
Is Not.” 1991. ”Qué es y qué no es democracia”. Journal of Democracy 2,3: 75–88) y reflexionar sobre la
necesidad de recuperar el sistema democrático en su sentido más amplio.
Tal y como apuntan estos autores la
definición más popular de democracia la equipara con elecciones regulares, debidamente
conducidas y honestamente computadas. Algunos consideran, que el mero
hecho de las elecciones es condición suficiente para la existencia de la democracia.
Es lo que conocemos popularmente como “electoralismo”.
A pesar de ser centrales en la
democracia, las elecciones ocurren de
manera intermitente y sólo permiten a los ciudadanos elegir entre las
alternativas ofrecidas por los partidos políticos. Es por esto que durante los intervalos entre elecciones,
los ciudadanos pueden y deben influir en las políticas públicas a través de una
amplia variedad de cauces participativos: colectivos de ciudadanos,
asociaciones de interés, movimientos sociales, partidos políticos etc.
Schmitter y Karl apuntan otra
imagen de la democracia, la que la identifica con el gobierno de la mayoría. Se dice que es democracia cualquier tipo de
gobierno que toma decisiones combinando los votos de más de la mitad de quienes
son elegidos, ya surja esa mayoría de un electorado, un parlamento, un comité o
una asamblea de partido. No hay que decir que esta opinión ha quedado hoy
en día relegada a un cada vez mayor minoría de ciudadanos incapaz de aceptar la
necesaria adaptación del término la actual realidad sociopolítica.
Permitidme aquí recoger una
reflexión de los autores acerca de algunos de los elementos que integran los
sistemas democráticos. Al contrario de lo que puede pensar mucha gente, la
competición entre actores políticos no siempre ha sido considerada una
condición esencial definitoria de la democracia. En cambio la cooperación ha
sido un rasgo central de la democracia. Los actores toman voluntariamente
decisiones colectivas que vinculan al conjunto de la sociedad. Se da entonces
la paradoja de tener que cooperar para poder competir.
Schmitter y Karl señalan varias
normas específicas de procedimiento que han de prevalecer para que la
democracia prospere. Pienso que todas ellas pueden concentrarse en estas cinco
imprescindibles:
1. La
toma decisiones vinculantes al conjunto de la sociedad está legalmente
conferida a los cargos públicos elegidos.
2. Los
cargos públicos elegidos lo son en elecciones donde a partir de una determinada
edad, todos los miembros de la sociedad tienen derecho a votar y a concurrir
como candidatos excepto aquellos que concurran en alguna causa probada de
ilegibilidad.
3. Los
ciudadanos tienen derecho a expresarse políticamente sin riesgo a ser
penalizados por ello.
4. Los
ciudadanos tienen derecho a buscar fuentes alternativas de información.
5. Los
ciudadanos tienen derecho a formar asociaciones u organizaciones políticas.
A estas cinco habría que añadir
un requisito de forma que toda democracia debe respetar, aquellos actores políticos que obtienen
mayor apoyo electoral no usarán el poder que les confiere las urnas para excluir
los perdedores. Los perdedores por su parte respetarán el derecho de los
vencedores a tomar decisiones que obliguen a todos.
Es indudable que todas las democracias implican un grado de
incertidumbre acerca de quién será elegido y qué políticas llevará a cabo.
Lo contrario contradice el sentido básico del sistema democrático, su capacidad
de proporcionar la mejor de las herramientas políticas posible para actuar en
un determinado periodo de tiempo según sus circunstancias y características.
Existe una tentación comprensible
a depositar demasiadas expectativas por alcanzar la democracia en una
determinada sociedad para resolver todos sus problemas políticos, sociales,
económicos, administrativos y culturales. Por desgracia y tal como concluyen los propios
Schmitter y Karl, no todas las cosas buenas van necesariamente juntas.