jueves, 13 de marzo de 2014

Qué es y qué no es democracia


Hace unos días que Mafalda cumplió 50 años y como ella aún muchos nos preguntamos el significado de la democracia. Desde que en 2011 el movimiento social popularmente conocido como 15M pusiera en entre dicho nuestro sistema democrático, han sido varios los conflictos sociales que han requerido de una interpretación distinta por parte de los poderes públicos a la hora de adoptar las decisiones vinculantes para regularlos.

Si hay que elegir el elemento político más cuestionado, sin duda ese sería la legitimidad de nuestros representantes para gobernarnos. Ha quedado probado que la fórmula hasta ahora aceptada de legitimar a nuestros gobernantes y representantes políticos a través de unas elecciones cada cuatro años ha quedado obsoleta. Le legitimación demandada por la sociedad civil actualmente se ha de refrendar de manera continua y permanentemente a lo largo de los años en los cuales se desarrollan las responsabilidades políticas públicas.


Esta reflexión me ha llevado a pensar en la exposición planteada hace más de veinte años por los profesores Philippe C. Shmitter y Terry L. Karl sobre lo que es y no es democracia (“What Democracy Is. . . and Is Not.” 1991. ”Qué es y qué no es democracia”. Journal of Democracy 2,3: 75–88) y reflexionar sobre la necesidad de recuperar el sistema democrático en su sentido más amplio.


Tal y como apuntan estos autores la definición más popular de democracia la equipara con elecciones regulares, debidamente conducidas y honestamente computadas. Algunos consideran, que el mero hecho de las elecciones es condición suficiente para la existencia de la democracia. Es lo que conocemos popularmente como “electoralismo”. 


A pesar de ser centrales en la democracia, las elecciones ocurren de manera intermitente y sólo permiten a los ciudadanos elegir entre las alternativas ofrecidas por los partidos políticos. Es por esto que durante los intervalos entre elecciones, los ciudadanos pueden y deben influir en las políticas públicas a través de una amplia variedad de cauces participativos: colectivos de ciudadanos, asociaciones de interés, movimientos sociales, partidos políticos etc.  


Schmitter y Karl apuntan otra imagen de la democracia, la que la identifica con el gobierno de la mayoría. Se dice que es democracia cualquier tipo de gobierno que toma decisiones combinando los votos de más de la mitad de quienes son elegidos, ya surja esa mayoría de un electorado, un parlamento, un comité o una asamblea de partido. No hay que decir que esta opinión ha quedado hoy en día relegada a un cada vez mayor minoría de ciudadanos incapaz de aceptar la necesaria adaptación del término la actual realidad sociopolítica.


Permitidme aquí recoger una reflexión de los autores acerca de algunos de los elementos que integran los sistemas democráticos. Al contrario de lo que puede pensar mucha gente, la competición entre actores políticos no siempre ha sido considerada una condición esencial definitoria de la democracia. En cambio la cooperación ha sido un rasgo central de la democracia. Los actores toman voluntariamente decisiones colectivas que vinculan al conjunto de la sociedad. Se da entonces la paradoja de tener que cooperar para poder competir.


Schmitter y Karl señalan varias normas específicas de procedimiento que han de prevalecer para que la democracia prospere. Pienso que todas ellas pueden concentrarse en estas cinco imprescindibles:


1.       La toma decisiones vinculantes al conjunto de la sociedad está legalmente conferida a los cargos públicos elegidos.

2.       Los cargos públicos elegidos lo son en elecciones donde a partir de una determinada edad, todos los miembros de la sociedad tienen derecho a votar y a concurrir como candidatos excepto aquellos que concurran en alguna causa probada de ilegibilidad.

3.       Los ciudadanos tienen derecho a expresarse políticamente sin riesgo a ser penalizados por ello.

4.       Los ciudadanos tienen derecho a buscar fuentes alternativas de información.

5.       Los ciudadanos tienen derecho a formar asociaciones u organizaciones políticas.


A estas cinco habría que añadir un requisito de forma que toda democracia debe respetar, aquellos actores políticos que obtienen mayor apoyo electoral no usarán el poder que les confiere las urnas para excluir los perdedores. Los perdedores por su parte respetarán el derecho de los vencedores a tomar decisiones que obliguen a todos.


Es indudable que todas las democracias implican un grado de incertidumbre acerca de quién será elegido y qué políticas llevará a cabo. Lo contrario contradice el sentido básico del sistema democrático, su capacidad de proporcionar la mejor de las herramientas políticas posible para actuar en un determinado periodo de tiempo según sus circunstancias y características.


Existe una tentación comprensible a depositar demasiadas expectativas por alcanzar la democracia en una determinada sociedad para resolver todos sus problemas políticos, sociales, económicos, administrativos y culturales.  Por desgracia y tal como concluyen los propios Schmitter y Karl, no todas las cosas buenas van necesariamente juntas.